Viajar con niños: la actitud de los demás.

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Viajar con niños puede ser difícil. La actitud que el propio niño tenga hacia el viaje, así como la permisividad a la que los padres se vean abocados pueden jugar malas pasadas. Uno de los aspectos que pueden influir en que el viaje sea algo (o muy) incómodo es la actitud, también, que otras personas con las que puedas coincidir en el viaje tengan hacia los niños.

En nuestro último gran viaje (a Vietnam, cuya ruta os describí aquí) hemos coincidido con gente razonable, gente idiota y gente muy amigable con el Dragón y, por extensión, con nosotros. Cuando nos embarcamos en una ruta por una zona poco abierta al turismo como es el Norte de Vietnam, tuvimos que hacerlo en compañía de cuatro desconocidos, locales: un conductor, una guía y dos aprendices. En ese sentido, nos preocupaba un poco que nuestros compañeros de trayecto no fueran comprensivos, tanto con el niño o como con nuestras necesidades como padres. Muy lejos de ello, nos encontramos con cuatro adultos razonables, pacientes, cariñosos y, sobre todo, respetuosos con la naturaleza infantil, conscientes de las dificultades y, especialmente, de la normalidad de incluir a un niño en las actividades diarias.

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Ojo, que no me refiero a esto con lo de normalidad de incluir a los niños…

De los cuatro compañeros, cuatro eran padres y uno no. Dio igual. Cuando el Dragón tenía una rabieta no había miradas, ni resoplidos; no había pies que golpeaban impacientes el suelo ni brazos cruzados cuando decíamos que tenemos que volver a cambiarle el pañal. Todos entendían. Todos comprendían que así son los bebés.

En una sociedad como es Vietnam, en la que en los pueblos hay más niños que ancianos y en la que madres y padres portean a sus hijos a todos lados y los hacen parte de la vida cotidiana, me sentí más cómoda hablando de mi hijo y, sobre todo, compartiendo momentos suyos con desconocidos que en mi propio país, incluso con personas que me son mucho más cercanas.

Compartir_momentos_Vietnam
Asumir como normal que, a veces, los niños tardan más en comer o se distraen.

Extrapolando esta situación al resto de viajes y circunstancias de la vida, he llegado a dos conclusiones:
1. VIAJES: Si alguna vez tengo que realizar un viaje en grupo yendo con mi prole, intentaré en la medida de los posible elegir con quién, y que sean personas razonables y comprensivas (es indiferente que tengan hijos o no). La diferencia entre eso y viajar con gente que no entiende lo que es un niño, equivale a la diferencia entre la tranquilidad (relativa… siempre relativa) y la tensión constante.
2. VIDA DIARIA: La conclusión y recomendación es la misma. En la medida de lo posible, intento hacer planes en familia únicamente con personas que sé que aceptan y comprenden la naturaleza de los niños. De lo contrario, se me pueden hacer incómodas las típicas contingencias infantiles que necesariamente surgen durante la actividad.

Reconozco que, con esas personas, me siento más cómoda en general, y no sólo haciendo planes que incluyan al Dragón. Con el tiempo he descubierto que sentirme libre para hablar de mi hijo si quiero o bien evitar hablar de él, si no quiero hacerlo, es bastante importante para mí como persona. No sé si a los demás os pasará, pero necesito que mis interlocutores sean conscientes de que una de mis facetas como ser humano es la de ser madre. No todo el tiempo y no únicamente, pero sí que se respete e incluso se aprecie esa parte de mí. Soy malamadre, pero madre al fin y al cabo.

16 COMENTARIOS

  1. Totalmente de acuerdo, parece que el mundo que se supone “civilizado” se está convirtiendo cada vez más en un mundo intolerante con los niños, parece que siempre molestan.
    Una pena y mucho que aprender (o volver a recordar).

    • Nos falta humanidad y comprensión, yo creo. En mi caso particular, he tardado en ser todo lo tolerante que debería. Supongo que también al retrasar la edad de paternidad/maternidad, quizás nos hacemos algo más egoístas en ese sentido. En otras culturas la crianza de los hijos y la vida familiar impregna más el día a día.

    • Hola! Muchas gracias por comentar! El espíritu de este blog está en compartir mis experiencias como madre viajera, pero también en motivarme a mí misma a seguir por ese camino cuando llegue mi segundo bebé, ya que es muy gratificante y no quisiera perderlo! 😉

  2. Cierto es que en el mundo occidental dejamos mucho que desear, pues los primeros que tenemos que ser comprensivos y tolerantes con los otros papis y con sus hijos somos los que tb somos padres y madres y ponernos en su lugar. Qué gusto que en Vietnam hubiera gente así! Besitos!

    • Desde luego, lo raro en Vietnam es que te mirasen con desprecio o molestos por este tema. Lo habitual era la sonrisa, como poco. Hemos perdido la paciencia con tantas prisas en el mundo occidental… :/
      Gracias por comentar!

  3. Nosotros, en los pocos viaje que hemos podido hacer con los nanos, siempre hemos buscado hoteles referenciados en páginas web o blogs de gente con niños, o que claramente ponen en sus páginas web propias que están destinados a familias o “con actividades para niños”. De hecho ya hemos ido dos veces a uno en la costa alicantina que tiene actividades para niños desde las 9 hasta las 21 horas, con piscinas adaptadas y que, los domingos de verano, montan un tobogan hinchable para tirarse a la piscina. Y es que hace mucho también el propio sitio donde te alojes, porque sales con otra actitud por la mañana sabiendo que, si se tuercen los planes del día y te tienes que quedar por ejemploen el hotel, que los niños van a poder entretenerse.

    • Está claro, al final la esencia es la misma: saber que allá donde vayas con los niños, vais a ser bien recibidos.
      Yo nunca me quedo en un solo sitio, pero sí que buscaría algo que fuera kid-friendly 😉

  4. Te entiendo perfectamente. Nosotros hemos tenido la suerte de ir de vacaciones con unos amigos, sin hijos, que han entendido desde el primer momento que tenemos un niño y eso conlleva otros ritmos. Pero también hemos ido a tomar café con otros que no lo entendían y no me han quedado ganas de repetir… Qué mal rato!

  5. […] Por supuesto, como aspecto extra para las familias viajeras está el aliciente doble de, por un lado, recordar con los peques aquellos destinos en los que ya hemos estado (en nuestro caso, hay varios capítulos que compartimos con el Dragón y rememoramos 23 días en familia en Vietnam) y, por otro, descubrir nuevos destinos a los que nos gustaría viajar con los niños. […]

  6. […] El viaje que recuerdo como una experiencia más gratificante y completa posiblemente fuera el que hicimos a Vietnam con el bebé Dragón, y seguramente sea por el hecho de haber viajado con él, que lo convirtió al viaje en una aventura especial y a las personas que lo vivimos en el objetivo de anécdotas más tiernas y divertidas, debido a la actitud de los demás al viajar. […]

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