Ya nos hemos leído El fantasma que alimento, una interesante novedad que publicó La Cúpula hace unos meses. Una lectura que no es fácil, pero por desgracia sí muy necesaria.
EL FANTASMA QUE ALIMENTO
- Edad recomendada: A partir de 14 años
- Número de páginas: 216 páginas
- Material: tapa blanda, color
- Editorial: La Cúpula
- Autoría: Victoria Ying
- Precio: 22,50 € en vuestra tienda local o bien online (os dejamos link a Amazon)
Estamos en una fiesta de cumpleaños infantil súper divertida, con niños y niñas que corren y juegan como sólo los peques saben hacerlo. Por fin, llega el momento más esperado: ¡la tarta de cumpleaños! Todos se disponen a comerse su porción, pero no Valerie Chun, cuya madre le recuerda que no se comen dulces porque engordan.
Así empieza El fantasma que alimento, novela gráfica no autobiográfica pero sí basada en la vida de la autora que, al igual que nuestra protagonista, desarrolló un TCA (trastornos relacionados con la autopercepción y la distorsión de la imagen corporal).
Los TCA cada vez son más frecuentas y empiezan más jóvenes, hay casos en torno a los 9 años. Se estima que 1 de cada 20 adolescentes sufre o sufrirá un TCA a lo largo de su vida. Y aunque hay casos dentro del género masculino, es un trastorno que golpea más salvajemente a las niñas y mujeres (9 de cada 10 casos) por la gran presión que sufrimos en cuanto a valía igual a belleza igual a delgadez.
Valerie se esfuerza durante toda su vida en ser la hija y alumna perfecta, obedeciendo a su madre y mostrando siempre la mejor versión de sí misma. Y como su madre y las redes sociales que frecuenta no paran de repetirle, la mejor versión siempre es la versión más delgada posible. Estar gordo o gorda se considera un fracaso muy visible, no puede esconderse como el sacar malas notas por ejemplo. Esto le hace contar compulsivamente calorías, a desarrollar bulimia por medio de «purgas compensatorias» y a obsesionarse con la delgadez porque, en sus propias palabras, «a ellos no les gustan las gordas». Pero por supuesto, todo llevado tan en secreto que nadie a su alrededor se da cuenta del infierno por el que está pasando. Porque ella tiene que ser perfecta todo-el-rato.
Especialmente interesante es la relación que describe con su mejor amiga «la gorda» a la que odia y envidia a partes iguales: ¿cómo puede parecer feliz estando gorda?, ¿cómo puede vestirse así?, ¿cómo se atreve a comerse esa hamburguesa con patatas fritas?.
Esta disociación llega a su límite en un viaje escolar a París, donde una tragedia hace que se precipiten los demonios de Valerie y se vea obligada a ordenar sus prioridades para conservar su propia vida, incluso a costa de plantearse su entorno familiar.
La paleta usada por la autora en tonos pastel acompaña perfectamente el tema de la obra, con una evocación onírica y que nos recuerda lo que podría ser una vida adolescente feliz si los colores fueran más vibrantes y no apagados como en este caso.
Una lectura que puede resultarnos difícil (esta que escribe no encaja en un cuerpo normativo y el leerlo me ha hecho revivir cosas bastante dolorosas) pero que resulta a todas luces necesaria tanto para jóvenes como para adultos. Nos puede ayudar a la prevención, a distinguir las señales preocupantes y a auto examinarnos por si estamos repitiendo patrones tóxicos aún sin darnos cuenta.
En Bebé a Mordor creemos que de lo de que no se habla no existe, por lo que este cómic nos puede ayudar a hablar sobre temas difíciles con nuestros allegados menores: la imposición de los cánones, el sentido de belleza, el patriarcado, la gordofobia, etc. Un cómic que debería estar en todas las bibliotecas infantiles y juveniles.
